“…Estamos en la calle Pozuelo, en esa misma calle rotulada en honor de uno de los más grandiosos y solidarios portuenses, el doctor Federico Rubio. Noche encendida por las flores de la primavera y un lienzo blanco rematado por una ancha torre rectangular adivina que estamos ante los muros de este convento de la Concepción y sus ventanales de peculiar enrejado. La cofradía, que acaba de recuperar este tramo en su itinerario debido a la nueva carrera oficial, acaba de detenerse en su camino hacia los torreones alfonsinos. Las novicias concepcionistas, en el zaguán de este mismo templo, han entonado sus embelesadores cánticos, que repiquetean exóticos, subyugantes de amor hacia Dios y su Madre.
El capataz Rafael Carreto ha ordenado la parada mientras los cargadores sostienen en delicado equilibrio con sus horquillas las andas. Las nuevas cámaras digitales permiten capturar estos momentos en la penumbra sin difuminados. En primer término se nos presenta con rotundidad y finura de detalles el porte de Nuestro Padre Jesús Cautivo, con su túnica de color crudo, trazos a los que se dirige la mirada del espectador sin rodeos, mientras sus pies pisan una penitencial alfombra de lirios de color morado. Suena también el silencio, los rezos del Rosario, en ese segundo cazado al vuelo por Víctor Bellvis. Se intuyen las confesiones susurradas de los espectadores, las sordas pisadas de los penitentes púrpuras. El Cautivo en la oscuridad está prendido por los faroles y los codales en los guardabrisas. En una apoteosis de luz y paz que entronizan al titular.
Sí, Martes de Dolor, un Dios Cautivo que es libre en su proclamación, en su inevitable destino de Vida y Victoria que con su boca entreabierta, tal como certeramente lo plasmara Francisco Buiza, exhala su grito ante la injusticia de su prendimiento, sabedor de su misión redentora, tan ineludible como necesaria. Un Jesús Cautivo que se ha apresado por nosotros, pero que a su vez nos libera en su decisión. Un Cristo maniatado que parece pedir socorro, pero que nos brinda su ayuda con su serena expresión.
Cristo ha concluido su trágica oración en Getsemaní, da un paso al frente, porque no se oculta a quienes le buscan. Nunca se ocultará si nosotros le buscamos. Saldrá a buscar para encontrarse cara a cara con sus devotos del Barrio Alto.
No hay ataduras para un Dios libre
Es un Cautivo que se rebela ante las esclavitudes
Que devuelve afrentas por gratitudes
Y redime con su presencia a quienes le siguen
Barrio Alto que persigue su estela
Cristo al que se entrega y arrebata
y que con su oración libera y recata
tantos cautivos de terrenales miserias Las horquillas reverberantes resuenan
acogiendo al más injusto de los presos
que Inocente se sacrifica inmenso
para salvarnos de nuestra condena
Un Cristo que tiende sus manos vigorosas
a la vera de las Concepcionistas
confortando de sentires fatalistas
para bendecir a sus moradoras
Es un Cautivo que nos apresa soberano
para que en ese Martes le acompañemos
a iniciar el rescate supremo
de liberar a cientos de hermanos
¿Qué nos dice ese Cristo maniatado?
¿Qué proclama en su serena mirada?
¿Tal vez su entrega ilimitada
Y el perdón de los perdonados?
¿Por qué sufre en su dolorosa condena?
¿Por qué el Hijo de Dios debe ser castigado?
… Es para darrnos la Salvación Eterna
y descarnarse en su sacrificio entregado”
(Fragmento de la presentación del I Cartel de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima del Dolor y Sacrificio que he pronunciado esta pasada tarde en la iglesia conventual de las Concepcionistas).
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